Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
CRÓNICA DE LOS REINOS DE CHILE



Comentario

Capítulo LXVIII


Que trata de cómo el general tornó a repartir los indios en menos vecinos y de la llegada del capitán Joan Batista del Pirú

Viendo el general que había hecho muchos vecinos en la ciudad de Santiago y que los indios eran pocos, y que era gran trabajo estar repartidos en sesenta vecinos, acordó por el bien de los naturales desmenuillos en menos, e hizo treinta vecinos. Y entre éstos repartió todos los naturales que a los otros había quitado, que pues había lugar y tiempo para dar orden que se hiciese más adelante, teniendo atención a la buena tierra y tan poblada como había descubierto y cerca, diciéndoles a cada uno de los que quitó los indios que no tuviesen pena, que breve tendría largo, y que si quería que les señalase caciques arriba, que él se los señalaría. Y díjoles más, que por poco trocaban mucho, y que por cincuenta indios que dejaban que él les daría quinientos presto y cerca en otra ciudad que pensaba poblar breve. De manera que quedaron satisfechos, aunque no del todo contentos. Convino hacerse ansí por el pro y utilidad dicha.

Hecho esto procuró el general andar en persona toda la tierra, haciendo a los naturales que servían que se asentasen e hiciesen grandes sementeras de maíz y trigo. Avisó a la villa de la Serena para que los vecinos mandasen hacer otro tanto y que se diesen a criar muchos puercos y gallinas, por que estuviesen prósperos de provisión para que favoreciesen a la gente que esperaba cada el día, porque sabiendo los indios que venían gente, estarían más seguros y no se alterarían, y sacaría más fruto que en lo pasado.

En estas cosas y otras semejantes entendía el general y en [a]paciguarlos del todo, porque había algunos caciques que no servían bien a sus amos, y sabiendo de alguno que se hacía contumaz, amanecía el general en su pueblo con treinta de a caballo y castigábale si era menester, y hacíale servir. Y esto hacía con toda la diligencia y solicitud que era posible y más conveniente.

Así que hecho esto, pasados pocos días tuvo nueva cómo había allegado a la costa el capitán Joan Batista con su galeón, que había ido por socorro al Pirú dos años largos había, y con los demás capitanes que fueron.

Y dejando el capitán Joan Batista el navío a buen recaudo treinta leguas abajo del puerto, para en haciendo tiempo se viniesen al puerto, partióse por tierra. Hizo esta diligencia viendo que los tiempos le eran adversos y su embajada y venida era importante. Y halló al general en la casa de Quillota, con el cual se holgó el general, y luego mandó que le proveyesen de bastimento al navío, que traía necesidad, lo cual así se hizo luego. Y como el general estaba ya desconfiado que no le vinieron aquellos mensajeros, por haber veinte y seis meses que los había despachado, entendían que eran perdidos, y luego preguntó que dónde había dejado al capitán Monrroy y a los demás amigos que había llevado. Dijo que él daría cuenta de todo, que había bien que le dar.

Luego el capitán Joan Batista dio su embajada, diciendo que había veinte y seis meses que partió de la Serena y que había allegado a la ciudad de los Reyes en veinte [y] cuatro días, donde halló que Gonzalo Pizarro tenía alterada toda la tierra y reino del Pirú, e había ido a Quito en seguimiento del visorrey Blasco Núñez Vela. Y después de haberse embarcado dentro de seis días murió de cierta enfermedad el capitán Alonso de Monrroy, y "allí pareció haber llevado la más cantidad del oro que se sacó del puerto de Valparaíso, que por vuestra merced había sido repartido. Y Antonio de Ulloa acordó mudar propósito y dejó el camino que llevaba para ir a dar cuenta a Su Majestad y llevarle los despachos y relación de vuestra merced, los cuales abrió y leyó delante de otros muchos soldados, y mofando de ellos los rompió. Con el favor que halló en la ciudad en un Lorenzo Aldana, que era primo hermano suyo, que a la sazón había quedado por teniente y justicia mayor de la ciudad de los Reyes y de toda aquella tierra por Gonzalo Pizarro, el cual hizo secuestrar el oro todo que llevó, que se halló en poder del difunto Alonso de Monrroy, y hasta en tanto que el Antonio de Ulloa fuese a dar cuenta a Gonzalo Pizarro de cómo quedaba esta tierra del Nuevo Extremo.

"Y Antonio de Ulloa se partió con toda diligencia a servir a Pizarro. Y allegó a tiempo que se halló en la batalla contra el visorrey Blasco Núñez Vela. Y por aquel servicio y con más favor que de otros tuvo el Ulloa, diciendo que quería venir a traer el socorro a esta tierra. Debajo de cautela le pidió el autoridad y licencia para ello, y así se la dio el Pizarro, y diole un mandamiento para que tomase todo el oro que había traído el capitán Monrroy, todo el más oro que hallase ser del general Valdivia. Y venido a la ciudad de los Reyes lo tomó todo y lo gastó. Antes, señor, ha sido parte este Antonio de Ulloa de hacerle perder esta jornada más de cuarenta mil pesos por la mala obra que ha hecho.

"Y ansí vino ayuntando gente desde Quito hasta los Reyes. Y allegado allí se declaró que venía a esta tierra por matar a vuestra merced y dar la gobernación a Gonzalo Pizarro. Y trabajó con el favor que tenía en detenerme, porque no viniese a dar aviso a esta tierra. Y por este efecto había el Aldana dado orden en cómo me hizo quitar el navío que yo de acá llevé y otro que había comprado para mi viaje, diciendo el Ulloa ser menester para la empresa que él traía, creyendo que de esta suerte no podría yo venir acá.

"Y con todo esto me animé al servicio de vuestra merced, y me di tan buena maña con ayuda de nuestro Señor que hallé quien me fio un galeón y provisión, con el cual me puse a navegar y venir primero a dar aviso debido. Y como el Ulloa supo en el valle de Arica y Tacana, donde estaba con su gente, que yo venía por la mar, procuro con sus dos navíos que traía delante de me esperar y tomarme. Y como la navegación entendía yo mejor para librarme que no sus pilotos para tomarme, dime mejor maña a ponerme en cobro que ellos pensaban, porque el camino y mal propósito suyo me daba a mí el aviso por donde tomé la delantera, y me adelanté.

"Y conociendo ser los tiempos tan contrarios en la navegación, puesto que estaba treinta leguas de la ciudad de Santiago, acordé salir a tierra y venir como he venido, antes que Antonio de Ulloa viniese a ejecutar su ruin propósito. Y por venir primero, como he dicho, no traigo el navío cargado sino vacío, por venir más a la ligera".

Todo este servicio le agradeció mucho el general en nombre de Su Majestad, dándole su palabra de se lo gratificar como adelante lo vería.